Solemnidad de la Epifanía
Is 60,1-6: Levántate
y resplandece Jerusalén
Ef 3,2-3.5-6: Todos los pueblos comparten la misma herencia en Cristo
Mt 2,1-12: Unos magos de oriente adoraron al Niño postrándose
La
Epifanía es la gran fiesta del universalismo de la salvación: Dios ha llamado
a todos los pueblos a participarde la novedad mesiánica del Cristo. Los textos
bíblicos de hoy representan una reflexión madura sobre el misterio que
celebramos.
Las lecturas que se proclaman en la
solemnidad de hoy constituyen un mensaje de apertura, de esperanza, de amor
apasionado por los valores presentes en todas las culturas y religiones de la
humanidad. Es una invitación al diálogo y al testimonio, a la inserción en el
mundo y al compromiso por el ecumenismo. Es un poema al universalismo y a la
fraternidad entre los pueblos y culturas, no sólo por motivos filantrópicos,
sino porque Dios ama a todos los hombres, se ha revelado a todos y redime a
todos en la sangre de su Hijo. Es también una invitación a descubrir “los
signos” de Dios en la vida, indispensables para alimentar la fe y experimentar
el gozo y la luz de quien ha descubierto la verdad y la salvación en Cristo.
Isaías presenta a Jerusalén, la
ciudad santa y centro religioso del pueblo de la antigua alianza, llena de luz y
visitada por gentes de toda la tierra que van en busca de Dios. Pablo, con un
lenguaje refinado y preciso, expone el contenido teológico de la fiesta: “todos
los pueblos comparten la misma herencia... y participan de la misma promesa en
Cristo Jesús por medio del evangelio”. La narración evangélica de la visita
de los magos, lejos de ser una sentimental fábula infantil, representa la
teología de la iglesia primitiva que presenta a Jesús como el Mesías
anunciado en las antiguas profecías, rechazado por Israel y revelado a los
pueblos paganos que le rinden culto. Toda la celebración de hoy es un canto de
luz y de gozo al amor de Dios que ama a todos los hombres y a todos ofrece la
salvación en Jesús el Mesías.
La primera
lectura (Is 60,1-6) presenta a
Jerusalén, símbolo de la presencia de Dios, revestida de luz. El texto describe
un amanecer, una aurora luminosa sobre la ciudad santa. Dios mismo la ilumina:
“La gloria del Señor amanece sobre ti” (v. 1). Aunque “la tierra está cubierta
de tinieblas y los pueblos de oscuridad”, sobre Jerusalén “amanece el Señor y
se manifiesta su gloria” (v. 2). El Señor trae la luz de su gloria sobre ella
para despejar, desde ella, las tinieblas del mundo (v. 2). Hacia ella
convergen, como un río inmenso, gentes de toda la tierra.
La ciudad santa es como un polo de
atracción hacia el cual se encaminan todos los pueblos en peregrinación: “A tu
luz caminarán los pueblos, y los reyes al resplandor de tu aurora... todos se
reúnen y vienen a ti, tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en
brazos” (Is 60,3-4). A Jerusalén traen sus tesoros como signo de adoración y
vasallaje: “Derramarán sobre ti las riquezas del mar y te traerán los tesoros
de las naciones” (Is 60,5). La intuición del profeta es novedosa y de un valor
teológico fundamental en la revelación bíblica: el Dios de Israel es el Dios de
todos los pueblos.
El Dios que se ha revelado al pueblo
de la antigua alianza ilumina con su salvación a toda la tierra. Ciertamente el
texto subraya el valor de la ciudad, revelando un cierto nacionalismo
israelita: la ciudad, antes humillada, ahora es objeto de gloria y de
reconocimiento internacional. Pero lo más importante en el poema es el
horizonte universal de los destellos luminosos de Jerusalén y la peregrinación
de pueblos enteros hacia ella. Hijos de la ciudad dispersos, es decir, hebreos
de la diáspora, y pueblos extranjeros, se ponen en camino para contemplar,
celebrar y vivir el gozo de esa luz que parece no conocer el ocaso. La luz que
brota de la ciudad es la vida y la salvación de Dios, que no tienen límites ni
término, ni en el espacio ni en la historia, sino que alcanzan a todos los
hombres sin distinción.
La segunda
lectura (Ef 3,2-3.5-6) expone
aquello que Pablo llama “el misterio”, es decir, el plan salvador de Dios
manifestado ahora en la predicación del evangelio a todos los pueblos. El
Mesías esperado no ha sido destinado
sólo a Israel, sino que ha sido enviado para todos los pueblos de la tierra.
Para Pablo este es el gran “misterio”, “un plan que no fue dado a conocer a los
hombres de otras generaciones y que ahora ha sido revelado por medio del
Espíritu a sus santos apóstoles y profetas” (Ef 3, 5). En el centro de este plan divino está Jesús, el Mesías.
Los apóstoles y profetas de la
Iglesia proclaman sin cesar esta buena noticia para todos los hombres: en
virtud del evangelio todos comparten la misma herencia, todos son llamados a
configurar el mismo cuerpo de Cristo que es la Iglesia universal y todos
participan de la misma promesa hecha por Dios a los antiguos patriarcas.
El evangelio
(Mt 2,1-12) es una magnífica página teológica,
de sabor oriental, llena de ricos símbolos. En primer lugar Mateo quiere
ofrecer una comprensión espiritual y teológica del nacimiento de Jesús a partir
del lugar en donde ocurrió: “Belén, un pueblo de Judea” (v. 1). El texto del
profeta Miqueas citado en el v. 6, en el centro de todo el relato, ofrece la
clave cristológica: Belén es la ciudad en la que, según los profetas, tenía que
nacer el Mesías.
Jesús es presentado en su dignidad
mesiánica, descendiente del rey David, originario de Belén. Sin embargo, la
narración está estructurada sobre la base de la doble reacción delante de la
revelación de la mesianidad de Jesús: la búsqueda perseverante y valiente de
los magos, llegados de Oriente, y la sospecha hostil del rey Herodes y de toda
la ciudad de Jerusalén (v. 3).
El destino del nuevo Mesías davídico
se presenta paradójico desde el inicio, a través de las actitudes opuestas de
ambos grupos: los magos, con la revelación de la estrella, llegan al lugar del
nacimiento del Mesías después de haber consultado la Escritura; Herodes y los
jefes de Jerusalén, a pesar del testimonio de la Escritura, no llegan a
reconocer la realidad mesiánica de Jesús. La alarma de los judíos, la reunión
de una asamblea de expertos en la Escritura, la inquisición a la que son
sometidos los magos, hace pensar al proceso al que será sometido Jesús en
Jerusalén antes de ser crucificado, cuando será definitivamente rechazado y
condenado por las autoridades de Israel (Mt 26,63) y por las autoridades
civiles como “rey de los judíos” (Mt 27,37).
Mateo ha proyectado sobre el recién nacido Mesías de Belén el
drama que sufrirá el Mesías perseguido al final de su vida. El texto representa
una pequeña parábola del movimiento paradójico que marcará la historia de Jesús
de Nazaret, rechazado por los cercanos y aceptado por los lejanos (Mt 8,10-11:
“Les aseguro que no he encontrado en Israel una fe tan grande”; Mt 21,42-43:
“la piedra que rechazaron los constructores se ha convertido en piedra
fundamental... a ustedes se les quitará el reino de Dios y se le entregará a un
pueblo que dé a su tiempo los frutos”). Al mismo tiempo refleja la experiencia
de la iglesia de Mateo, abierta a la misión hacia los paganos (Mt 28,19: “Vayan
y hagan discípulos a todos los pueblos...”).
El
relato está construido con ricos elementos simbólicos de la Biblia y del
ambiente judeo-helenístico que acompañaban las narraciones de nacimiento de
grandes personajes: el surgimiento de una estrella o luz reveladora, la
reacción hostil de ciertos ambientes, la liberación del personaje, etc. Los
“magos” (griego: magoi) en el relato son personajes de pueblos lejanos,
dedicados al estudio de la astrología.
Mateo probablemente piensa en el
profeta Balaam del libro de los Números, personaje extranjero llamado del
oriente por el rey Balaq para maldecir a Israel en el desierto, el cual, en
lugar de maldición pronuncia una bendición sobre el pueblo de Dios, anunciando
el surgimiento de una estrella: “Lo veo, aunque no para ahora, lo diviso, pero
no de cerca: de Jacob avanza una estrella, un cetro surge de Israel” (Num
24,17). Este símbolo mesiánico del Antiguo Testamento puede explicar la
expresión de los magos en el evangelio de Mateo: “Hemos visto su estrella en el
oriente y venimos a adorarlo” (Mt 2,2).
Junto a esta imagen mesiánica hay
otros dos textos del Antiguo Testamento que sirven de trasfondo al relato
evangélico: el rey ideal del futuro que recibe regalos de los reyes de tierras
lejanas (Sal 72,10.15); y la ciudad de Jerusalén, invadida de camellos y
dromediarios, cargados de oro y de incienso, para dar gloria al Señor (Is
60,6).
Los dones que los magos llegados de Oriente ofrecen al niño, nacido en la ciudad mesiánica de Belén, son propios del “hijo de David”. En este homenaje se expresa, de acuerdo a las antiguas profecías, el reconocimiento mesiánico de los pueblos llegados de lejos. Los magos, encarnación de los pueblos no judíos y del mundo de la cultura y de la sabiduría que busca con corazón sincero, experimentan “una inmensa alegría” (Mt 2, 10). Es el gozo mesiánico que se difunde entre los paganos que entran a formar parte de la Iglesia de Cristo.
Preguntas para la reflexión personal: q ¿En qué aspectos concretos de mi
vida debería superar el individualismo que me cierra a descubrir los valores y
las necesidades de las otras personas? q ¿Me intereso por conocer personas de
otras culturas, razas o religiones para aprender de ellos? q ¿Existen en mi corazón signos de
intolerancia, incapacidad de diálogo o cerrazón de corazón delante de otras
personas o grupos? q ¿Cuáles son los “signos” de Dios que
con más fuerza orientan mi existencia a Cristo en este momento? Preguntas para la
reflexión comunitaria: q ¿Con cuáles iniciativas concretas
podríamos crecer como comunidad en la dimensión “ecuménica” que nos abre a
otros grupos y a otras religiones? q ¿Cómo podríamos mostrar más
eficazmente en nuestra misión evangelizadora el amor que Dios ha mostrado en
Cristo a todos los hombres sin distinción? q ¿Con qué acciones concretas
podríamos mostrar mejor como comunidad la luz de Cristo a los demás? Sugerencia para la oración
universal de los fieles: q Cristo, luz de todos los pueblos,
ilumina la conciencia y el corazón de todos los hombres y mujeres de buena voluntad
para que orienten siempre su existencia según los grandes valores del bien y la
verdad. Roguemos al Señor... q Cristo, luz de todos los pueblos,
fortalece con tu Espíritu a los cristianos que trabajan por la paz, por el
diálogo entre las religiones y por el respeto a los derechos humanos. Roguemos
al Señor... q Cristo, luz de todos los pueblos,
haz que la Iglesia extendida por toda la tierra sea para la humanidad signo e
instrumento de tu Reino. Roguemos al Señor... q Cristo, luz de todos los pueblos,
haz que nosotros discípulos tuyos, iluminados por el Evangelio y renacidos a la
vida nueva por el bautismo, superemos el individualismo, la intolerancia y el
sectarismo, y nos comprometamos cada día más a trabajar por el diálogo y la
reconciliación. Roguemos al Señor... Oración Colecta Señor, Dios nuestro Padre, que has querido revelar el misterio
escondido por los siglos a través de tu Hijo Jesús,
manifestado hoy como luz de todos los pueblos, haz de la humanidad una sola familia y que la comunidad eclesial,
iluminada por el Evangelio, sea siempre en la historia fermento
de unidad y de paz para todo el género humano. Por nuestro Señor Jesucristo. |