Un modelo de evangelización

(Hch 14,21-27)


   Este texto contiene la conclusión de la narración del primer viaje misionero de Pablo en el libro de los Hechos de los Apóstoles. La comunidad de Antioquía había enviado en misión a Pablo y Bernabé (Hch 13,2-3). Terminada la misión, en su viaje de regreso a Antioquía, los apóstoles visitan las ciudades evangelizadas: Derbe, Listra e Iconio (14,21). En cada ciudad realizan tres acciones apostólicas orientadas a fortalecer la vida de fe de las nuevas comunidades: exhortan, designan presbíteros y celebran una liturgia de despedida.

(a) La exhortación (14,22) era parte fundamental del trabajo del apóstol, que animaba a los cristianos a permanecer fieles en la fe cristiana, llevando una vida conforme a las exigencias de Jesús. Lucas resume en una especie de sumario la exhortación de los apóstoles: “Es necesario pasar muchos sufrimientos para poder entrar en el reino de Dios”. No es que el sufrimiento sea un valor en el cristianismo. Para Lucas “sufrimiento” es sinónimo de fidelidad a Dios. En el Nuevo Testamento la frase “es necesario” indica algo que entra en los planes de Dios. En el evangelio de Lucas, en efecto, el Señor Resucitado explica los discípulos de Emaús el designio divino diciendo que “era necesario que el Mesías sufriera todo eso para entrar en su gloria” (Lc 24,26). Los sufrimientos de los cristianos, como los de Jesús, son el precio de la fidelidad a los caminos de Dios. Desde esta óptica evangélica, las tribulaciones y las pruebas de la vida cotidiana, el peso de la propia debilidad y las persecuciones, son fuente de fortaleza y de esperanza, auténtico camino que lleva a la gloria.

 (b) La designación de presbíteros (14,23a) constituye otra acción fundamental en la formación de las nuevas comunidades. Con el término griego genérico de presbyteroi, Lucas designa a los “ancianos”, es decir, a los responsables y animadores de cada iglesia, encargados de velar por el crecimiento en el amor y la unidad en la fe de todos los hermanos, a imagen de la Iglesia madre de Jerusalén.

(c) La liturgia de despedida (14,23b) no era sólo un rito de confirmación de los presbíteros sino una auténtica celebración litúrgica para fortalecer la fe de toda la comunidad. A través de ella se revela el valor que ocupaba la oración comunitaria y el ayuno en la primera comunidad cristiana y la conciencia que poseían los apóstoles de que el verdadero pastor de la Iglesia es el mismo Señor. Con pocas palabras Lucas sintetiza el valor espiritual de esta liturgia conclusiva del trabajo del evangelizador: “después de orar y ayunar, los encomendaron al Señor, en quien habían creído”. Los hermanos son encomendados a Cristo, el Pastor, el único que puede garantizar un futuro a la comunidad.