Génesis 1,1: “Al principio creó Dios el cielo y la tierra”

Con esta frase inicia el primer libro de la Biblia. Es la misma expresión con la que cada domingo los cristianos en la misa proclaman su fe en el Dios que ha hecho todo: “Creo en un solo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles e invisibles”. En el lenguaje bíblico “cielo y tierra” indica todo lo que existe. Cielo y tierra forman el cosmos, el universo ordenado y completo, las cosas materiales, el espíritu humano, los planetas, las maravillas de la naturaleza. Esta afirmación inaugural de la Biblia no intenta explicar el origen del mundo desde el punto de vista de la ciencia, sino revelar el sentido más profundo de la realidad. Lo que nos quiere decir la Escritura es que todo cuanto existe no tiene su origen último en nosotros, no viene de nosotros. El universo entero es una criatura de Dios, es un don del amor de Dios al hombre. Por eso la actitud del hombre auténtico es la de quien agradece a Dios todo lo que posee y todo lo que recibe día a día. Dios crea todo y Dios nos da todo. Dios no está sólo al inicio de la creación, sino en el corazón mismo de todo lo que existe. Aprendamos a reconocer a Dios como nuestro Padre y Creador en todo. Por eso Jesús nos ha enseñado a rezar así: “Padre nuestro que estás en el cielo... Danos hoy nuestro pan de cada día”.