(Versión italiana)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mensaje del Papa a los capellanes militares - 24 marzo 2003

 

(Español)

      Es justamente cuando comienzan a utilizarse las armas, cuando se vuelve imperativa la exigencia de reglas que tienden a hacer menos deshumanas las operaciones bélicas.

A través de los siglos ha ido creciendo gradualmente la conciencia de una tal exigencia, hasta la progresiva formación de un verdadero corpus jurídico, definido como “derecho internacional humanitario”. Tal corpus ha podido desarrollarse gracias a la madurez de los principios connaturales al mensaje cristiano.

 

Como ya he tenido ocasión de decirlo en el pasado a los miembros del Instituto Internacional de Derecho Humanitario, el cristianismo “ofrece a este desarrollo una base en su afirmación acerca del valor autónomo del hombre y de su preeminente dignidad de persona con su propia individualidad, completa en su constitución esencial y dotada de una conciencia racional y de una voluntad libre. También en los siglos pasados, la visión cristiana del hombre ha inspirado la tendencia a mitigar la tradicional crueldad de la guerra, asegurando un tratamiento más humano para quienes resultaran implicados en las hostilidades.  Ha dado un aporte decisivo a la afirmación, tanto desde el punto de vista moral como en la práctica, de las normas de humanidad y de justicia que son hoy, en forma adecuadamente modernizada y precisa, el núcleo de nuestras actuales convenciones internacionales” (18 mayo 1982).

            Los capellanes militares, movidos por el amor de Cristo, están llamados, por una especial vocación, a dar testimonio que incluso en medio de los combates más ásperos y siempre posibles, es obligatorio respetar la dignidad del adversario militar, la dignidad de las víctimas civiles, la dignidad indeleble de todo ser humano implicado en encuentros armados. De tal modo, además, se favorece aquella reconciliación necesaria al restablecimiento de la paz después del conflicto.

            Inter arma caritas ha sido la significativa consigna del Comité Internacional de la Cruz Roja, desde sus comienzos, elocuente símbolo de las motivaciones cristianas que inspiraron al fundador de tan benemérito organismo, el ginebrés Henry Dunant, motivaciones que no se deberían nunca olvidar.

                 Vosotros, capellanes militares católicos, además de realizar vuestro específico ministerio religioso, no debéis descuidaros en ofrecer vuestro aporte para una apropiada educación del personal militar en cuanto a los valores que animan el derecho humanitario y lo hacen no solamente un código jurídico, sino sobre todo un código ético.

            Vuestro curso coincide con una hora difícil de la historia, cuando el mundo se encuentra una vez más escuchando el fragor de las armas. El pensamiento de las víctimas, de las destrucciones y de los sufrimientos provocados por los conflictos armados, trae siempre profunda preocupación y gran dolor.

            Para todos ya debería ser claro que la guerra, como instrumento de resolución de los conflictos entre los Estados, ha sido repudiada, mucho antes que en la Carta de las Naciones Unidas, por la conciencia de gran parte de la humanidad, salvo el caso lícito de la defensa contra un agresor. El vasto movimiento contemporáneo en favor de la paz, la cual, según la enseñanza del Concilio Vaticano II, no se reduce a a una "simple ausencia de guerra" (Gaudium et spes, 78), traduce esta convicción de hombres de todos los continentes y de todas las culturas.

            En tal escenario, el esfuerzo de las distintas religiones para apoyar la búsqueda de la paz, es motivo de fortaleza y de esperanza. En nuestra perspectiva de fe, la paz, aún siendo fruto de acuerdos políticos y del entendimiento entre personas y pueblos, es don de Dios, a quien hay que invocar insistentemente con la oración y la penitencia. Sin la conversión del corazón no será posible la paz! La paz no se alcanza si no es a través del amor!