JESUS Y LOS SAMARITANOS
(Juan 4, 1-42)
El texto que relata el encuentro de Jesús y los samaritanos inicia presentándonos un nuevo candidato a la fe. No se trata ahora de un fariseo ortodoxo como Nicodemo sino de una mujer representante del judaísmo cismático de los samaritanos. Los motivos literarios tan delicados y bellos, la profundidad del diálogo entre Jesús y esta mujer y la amplitud de perspectiva religiosa que abre sobre la misión de la Iglesia y el fundamento del nuevo culto, hacen de este texto una de las páginas más bellas del cuarto evangelio.
Sin embargo, su importancia es sobre todo de orden teológico. A veces se ha querido dar a este relato una interpretación psicológica y pastoral: Jesús nos estaría indicando con este pasaje como se le debe hablar a un alma pecadora para llevarla a la conversión. Otros proponen una exégesis sacramental: el agua viva sería el agua del bautismo, el alimento del que habla Jesús en 4,31-34 evocaría la Eucaristía. Pero ninguna de estas explicaciones respeta totalmente los datos del texto. El punto de vista del autor es esencialmente cristológico. Se nos presenta aquí un aspecto fundamental del cuarto evangelio: la respuesta a la pregunta "¿quién es Jesús?" y el acceso de los hombres a la fe.
1. Estructura literaria
Introducción
: Ambientación de la escena (vv. 1-6)A. DIALOGO: Jesús con la Samaritana (vv. 7-26)
Jesús dador del agua viva (vv. 7-15)
Jesús se revela profeta y Mesías (vv. 16-26)
Transición: (vv. 27-30)
B. DIALOGO: Jesús con los discípulos (vv. 31-38)
El alimento de Jesús (vv. 31-34)
La cosecha mesiánica (vv. 35-38)
Conclusión: (vv. 39-42)
La parte central del texto la encontramos en los dos diálogos de Jesús. Ambos se desarrollan, según el conocido esquema literario joánico, alternando las palabras de revelación de Jesús y la incomprensión de sus interlocutores, a lo que sigue una explicación teológica conclusiva. En el diálogo con la samaritana (vv. 7-26) Jesús revela la insuficiencia del agua-Ley proponiendo el agua viva de su Palabra interiorizada y vivida con el dinamismo del Espíritu, a la vez que cambia totalmente de registro el problema del culto anunciando que ha terminado la época de los templos; el culto a Dios no tendrá ya un lugar privilegiado. En los versículos de transición (vv. 27-30) también los discípulos aparecen sin comprender. Volviendo de la ciudad, se preocupan únicamente de que Jesús tome alimento material. Pero él les responde que su verdadero alimento es cumplir su misión (vv. 31-34). Finalmente, en los vv. 31-38, Jesús se refiere a una frase de los discípulos a propósito de los meses que todavía faltan para el tiempo de la siega. Jesús aprovecha esta ocasión para abrir la perspectiva de otra "siega", la siega mesiánica, en la cual el segador recoge el grano para la vida eterna.
2. Exégesis
2.1 Introducción: Ambientación de la escena (vv. 1-6)
Jesús abandona Judea y viene a Galilea (4,1.47.54): El narrador insiste sobre este desplazamiento geográfico de Jesús buscando una zona más favorable y conocida.
v.4: "Tenía que (dei) pasar por Samaría: La partícula griega dei es una clara indicación teológica (cf. Jn 3,13: "tiene que ser levantado...). Jesús pasa por esta región para cumplir la voluntad del Padre . Las bodas mesiánicas de la Nueva Alianza, pueden comenzar a dar fruto también fuera del mundo estrictamente hebreo, dado el carácter universal de las mismas.
Los samaritanos se habían constituido como población después de la caída del reino del Norte y de la capital Samaría por mano de los asirios (721 a.C.). Los asirios poblaron la zona con gente no judía que se mezcló después con israelitas que no fueron deportados a Babilonia, dando origen a una raza mixta que practicaba, además del culto al Dios de Israel (cf. 2Re 17,24-41), ritos religiosos paganos. Después del exilio babilonense, durante la restauración de Jerusalén, el rechazo que este pueblo sufrió de parte de los judíos para colaborar en la reedificación del Templo (cf. Esd 4,1-5), provocó la chispa que encendió una oposición abierta que llevó a un cisma religioso entre los dos pueblos y la construcción, de parte de los samaritanos, de un templo sobre el monte Garizim, en oposición al de Jerusalén. El enorme escándalo de los judíos por este nuevo templo no terminó ni cuando Juan Hircano (128 a.C.) lo destruyó. Los samaritanos siguieron considerando este monte como su lugar sagrado. El Garizim era el monte en el que había sido colocada la bendición de YHWH sobre Israel (cf. Dt 11,29; 27,12) y era, por tanto, el lugar auténtico de culto para ellos. Aceptaban sólo la tradición del Pentateuco y mezclaban ciertos elementos sacados de las religiones extranjeras con sus creencias.
- Pozo de Jacob (Gn 33,19; 48,22): lo había dado Jacob en herencia a su hijo José.
- La hora sexta: hacia el mediodía. La hora propicia de la revelación (cf. 19,14), cuando la verdadera luz del mundo, que es Jesús, ilumina con intensidad al hombre.
2.2 DIALOGO: Jesús con la samaritana (vv. 7-26)
Otros episodios que tienen como escenario "un pozo": (Gen 29,1-21; Ex 2,15-21)
Simbolismo del "pozo" en la tradición judía (Torá, targum, leyendas, etc.): indica la Ley que contiene la sabiduría (cf. leyendas y targumim en torno a Num 21, 16-18).
a. Jesús dador del agua viva (vv. 7-15)
Iniciativa de Jesús
Dos planos distintos en el diálogo (característica típicamente joánica): la mujer, en el plano material, piensa en el agua del pozo; mientras que Jesús, en un plano superior, se refiere al misterio de su persona.
v.10: "agua viva" y "don de Dios" indican la misma realidad, según la estructura del versículo.
"Don de Dios": El don de Dios por excelencia es la ley de Moisés (cf. 1,17), pero Jn 3,16 ha afirmado otro don: Dios ha dado a su Hijo único. La expresión de 4,10 sintetiza estos datos. El "don de Dios" no es ya, como en el judaísmo, la ley de Moisés; es la ley nueva, la revelación que llega a su culminación en Jesús (cf. 1,17). Prometiendo a la Samaritana el don de Dios, Jesús deja entender que se manifestaría a ella. A la promesa todavía vaga del v.10 responde la respuesta del versículo conclusivo del diálogo en 4,26: "Yo soy (el Mesías), el que te está hablando".
"Agua viva": Este simbolismo es más importante que el anterior. Jesús lo utilizará de nuevo en el v.14 y luego hablando en la fiesta de los Tabernáculos en 7,38s.
*Sentido material: el agua que corre, opuesta a la de las cisternas.
*En los profetas: símbolo de los bienes mesiánicos (Zac 14,8; Ez 47,1; Joel 4,18).
*En la literatura sapiencial: designa las corrientes de la sabiduría o la enseñanza que se obtiene de la ley (Prov 13,14; 16,22; 18,4; Eclo. 24,30s.).
*una tradición sobre Nm 21,17-19 hablaba de un pozo misterioso del que se desbordaba el agua que YHWH había dado a Israel en el desierto; era la ley. El agua que brotaba era la doctrina de la sabiduría que se obtenía escrutando la Ley.
Notemos que en la literatura precristiana el "agua viva" no es nunca un símbolo directo del Espíritu. En los escritos citados indica la sabiduría, la verdad, las riquezas contenidas en la revelación. Esta es la interpretación que más se adapta a las palabras de Jesús a la Samaritana en Jn 4,10. El "agua viva" representa la palabra de vida, la revelación vivificante donada por el Cristo - Sabiduría (cf. 4,25: "él nos los explicará todo"), la verdad que él proclama (1,17), la verdad que es él (14,6). Nos encontramos con el mismo significado del "don de Dios". Esto confirma que las dos metáforas indican una única realidad.
¿No es entonces una referencia al Espíritu? (cf. 7,38-39). Notemos que en 7,38ss el evangelista explica que Jesús hablaba del don del Espíritu que los creyentes recibirían a partir de su glorificación. Al inicio del diálogo con la Samaritana, Jesús habla en presente: según la perspectiva joánica no puede, por tanto, tratarse del Espíritu Santo. Juan hace una clara distinción entre dos tiempos sucesivos en el desarrollo de la revelación: el de la vida pública de Jesús y el del Espíritu después de la Pascua. En el contexto inmediato del coloquio en el pozo de Jacob, -referido a la vida pública de Jesús-, el agua viva de la que habla es la progresiva revelación del propio misterio y del proyecto Verdad-Vida que él revela y hace posible. Pero inmediatamente después amplía notablemente la perspectiva; a partir del v. 13, no se trata ya de la mujer, sino de "todo el que beba" y en el v.14 todos los verbos aparecen en futuro: "Quien beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré, se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna". Es hasta en este momento -y no antes- en que la declaración de Jesús equivale a la de la fiesta de los Tabernáculos (7,38-39). La perspectiva ahora, en los dos textos, es la misma: se trata ahora del tiempo que se inicia con "la Hora" de Jesús, del tiempo en el que la revelación se hace presente en la Iglesia gracias a la acción del Espíritu.
"Asistimos, por tanto, en s. Juan a una notable profundización de la metáfora del agua viva. Al inicio del diálogo con la mujer de Samaría, este agua misteriosa, según el significado que tenía en la tradición precristiana, simboliza simplemente la palabra de Jesús, su verdad. Pero esta palabra, esta verdad, no puede quedar externa al hombre: como la sabiduría, el agua viva debe ser "bebida" por el creyente (4,14a; 7,37; cf. Eclo. 15,3); sólo con esta condición llegará a ser "en él" (Jn 4,14b) una fuente que brota. Esto significa, sin metáfora, que la palabra, la revelación de Jesús, debe ser interiorizada en el corazón del discípulo (5,38). En esto consistirá precisamente la acción del Espíritu de la Verdad (14,26)." (I. De la Potterie)
El don de Jesús es, por tanto, su revelación interiorizada en el corazón del creyente por medio del Espíritu. Ha quedado superado el don de La Ley. Jesús ha mostrado la insuficiencia del agua/Ley (el agua del pozo). Es un agua que nunca quita definitivamente la sed (Eclo. 24,21-23). Jesús ofrece a todos un agua, según el texto de Is 55,1: "¡Oíd, sedientos todos!, acudid por agua, también los que no tenéis dinero". Pero, a diferencia de la otra agua, bastará beber una vez para que la sed se calme para siempre, porque la Palabra quedará interiorizada por el Espíritu en el hombre. La Palabra será "bebida". Este acto único del beber es, al mismo tiempo, opción libre del hombre y acción del Espíritu. Asimilar así la Palabra/Verdad de Jesús es más que adquirir una sabiduría interior o esforzarse en alcanzar una lenta perfección propia según la Ley. Es hacer que la Palabra/Verdad revelada por Jesús (su proyecto de Vida/Amor) se haga dinamismo de vida (Espíritu) en el hombre, haciéndolo que comprometa en una vida de donación y de amor hacia los otros.
La Ley, como tal, propone al hombre un modelo exterior, un ideal al que se debe aspirar. Pero es un modelo y un ideal extrínseco, no nace de la realidad de la persona, se le impone desde fuera. Esto es lo que simboliza el agua del pozo en el texto. Un modelo que no se ajusta al individuo y que, por tanto, siempre permanece inalcanzable. La frustración incesante que produce el esfuerzo por alcanzarlo siempre permanece. Además, siendo la Ley una norma social, el modelo que propone es genérico, sin tener en cuenta la peculiaridad del individuo, por lo que la identificación con este modelo produce una creciente despersonalización. Frustración y despersonalización son la consecuencia de una espiritualidad basada en la Ley. "Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed" (4, 13).
La Palabra -Verdad de Jesús interiorizada y dinamizada por el Espíritu es todo lo contrario a la Ley. La comunicación de la Palabra a través del Espíritu, que es fuerza de vida y amor, no propone al hombre un modelo; simplemente potencia su ser, capacitándolo para que esa Palabra-Verdad sea vivida, capacitándolo para un amor y una entrega cada vez más plenos. La Palabra vivida en el Espíritu se va haciendo vida en cada hombre, desarrollando armónicamente sus dimensiones propias y sus posibilidades personales. Cada individuo es una tierra diferente, y aunque regados todos con la misma agua de la Palabra-Verdad/Espíritu-Amor, dará cada uno una flor y un fruto distintos. Esta experiencia del Espíritu va produciendo la personalización plena. La acción del Espíritu elimina la sed, precisamente porque no propone una meta acuciante. "Pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás" (4,14). El hombre que ha asimilado y vive la Palabra de Jesús con la fuerza y el dinamismo del Espíritu vive en su presente, procurando traducir en acción, en cada circunstancia, ese impulso de amor que lleva dentro (el Espíritu). Cada acto de entrega es completo en sí mismo. Al mismo tiempo, dilata el ser del hombre, permitiéndole entregarse cada vez más plenamente. Es un crecimiento gozoso, sin angustia, que nos va haciendo conocer y vivir el amor de Dios mostrado en el Hijo (Jn 3,16) y recrear el camino del Hijo, del amor hasta el extremo (Jn 13,1s).
Sólo un agua perenne y disponible puede quitar la sed. Esta es la que promete Jesús. "El agua que yo le daré, se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna" (4,14).La acción del Espíritu que interioriza la Palabra de Jesús en el hombre, se convierte en cada uno en un manantial que brota continuamente y que, por tanto, continuamente le da vida y fecundidad. Desde ahora, el hombre lleva dentro el nuevo principio de vida. Así, cada uno se desarrolla en su dimensión personal. El Espíritu es personalizante; la Ley, absolutizada como norma, despersonaliza. El Espíritu es un manantial interno, no externo, como el del pozo de Jacob. El hombre recibe vida/amor en su raíz (dentro), en lo profundo de su ser, no por acomodarse a normas externas. Es un don permanente, que hace nacer a una vida nueva y la mantiene, que abre el horizonte de la alternativa del proyecto Verdad-Vida de Jesús para los hombres. Su fuerza (salta) es garantía de plenitud de vida: brota para vida eterna". Es lo que afirma Jesús en otro lugar (10,10): Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia. Es un manantial interno que brota para la vida. Es decir para la relación. Brota para "cualificar" nuestras relaciones con Dios, con los demás y con el mundo.
b. Jesús se revela Profeta y Mesías (vv. 16-26)
(vv. 16-19):
¿Jesús pretende despertar en la mujer la conciencia moral? (Lagrange)
¿Descubriendo la vida íntima a la Samaritana, Jesús se revela a sí mismo y prepara a la mujer para el descubrimiento del propio misterio? (De la Potterie)
Más bien creemos que lo que el texto pretende es resaltar el origen idolátrico del pueblo samaritano, del cual la mujer es símbolo, y hacerle tomar conciencia posteriormente que el culto samaritano no es legítimo, porque se ha prostituido (cf. 2Re 17,24-41).
El diálogo de los vv. 16-19 hay que leerlo a la luz del mensaje profético de Oseas que trata largamente sobre el tema matrimonial (cf. Os 9,4-10,15; 3,1-5). Prostitución/adulterio=idolatría. Los cinco maridos (=baales) son las cinco divinidades paganas que el pueblo samaritano había adorado (cf. 2Re 17,24-41). El sexto marido es el Dios de Israel, con quien los samaritanos vivían como en concubinato. Jesús habla simbólicamente a todo el pueblo samaritano representado por la mujer.
Jesús se revela como profeta para la mujer/pueblo. Así lo reconoce la mujer. Le revela su situación idolátrica y de infidelidad a la luz de Dios. La mujer colocada por "el profeta" frente al problema del verdadero Dios, le interroga sobre el problema del verdadero culto (v. 20). Piensa poder realizar a este nivel cultual el encuentro con el verdadero Dios.
(vv. 20-26):
La pregunta de la Samaritana era justificada. El Monte Garizim era montaña sagrada para los samaritanos (cf. Dt 27,4-8; 11,29ss; 12,1-14).
Jesús superando la secular controversia entre los dos pueblos, primero invita a la mujer, anclada en su pasado religioso, a tener fe en él y pone fin para siempre a una etapa para abrir otra radicalmente nueva (v. 21). El tiempo de los templos para la adoración de Dios ha terminado. "Llega la hora, ya estamos en ella en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y Verdad" (v. 23).
"en Espíritu y en Verdad" (4,23) es una expresión de la que se ha abusado. Se han dado diversas interpretaciones:
* condena de todo culto exterior (algunos autores protestantes)
* un culto espiritual, no corporal (Padres Griegos)
* se trata de la interioridad de la oración cristiana
* un culto leal, verdadero
* un culto "real" opuesto al culto de la antigua Ley que sería prefiguración del culto cristiano (Padres de la Iglesia).
El texto habla del Espíritu de Dios, el Espíritu que Dios comunica al hombre. "Dios es Espíritu" dice el texto mismo en el v.24. La segunda parte de la fórmula indica la revelación de Dios, manifestada en la persona y las palabras de Jesús (cf. 14,6). Siempre en Juan, "Verdad"=Revelación de Dios en Jesucristo.
El Espíritu y la Verdad no son otra cosa sino el agua viva (manantial interno de vida-amor) de la que Jesús había hablado antes. La adoración de los tiempos mesiánicos es inspirada por la revelación de Cristo bajo la acción del Espíritu de la Verdad. La respuesta de Jesús no ha descuidado el tema propuesto por la mujer: el lugar del verdadero culto (v. 20). Sino que Jesús revela a la Samaritana que, en la era mesiánica, este lugar es espiritual: bajo la acción del Espíritu , se debe ahora adorar al Padre, en la Verdad, en la Verdad que es Jesús mismo.
Para entender del todo lo que Jesús propone hay que profundizar en el concepto de "culto" descubriendo la raíz de la que nacieron los cultos religiosos. "Dar culto" a Dios significa darle honra, exaltarlo. Es evidente que la calidad del culto dependerá de la idea de Dios y de la relación del hombre con él que profesen los fieles en una religión determinada. Si se concibe a Dios como violento y sanguinario, el culto llegará a practicar el sacrificio humano. Si se le concibe como soberano, el culto reflejará el sometimiento de sus fieles. En las llamadas religiones cósmicas, la relación hombre-Dios permanece siempre inmutable: Creador-creatura. El hombre se esforzará en perfeccionar sus actitudes religiosas y así podrá obtener mayores favores de la divinidad. En cada caso, el culto reflejará el sometimiento de sus fieles. En cada caso se pretende honrar a un dios como se piensa que él desea ser honrado.
Jesús se refiere al nuevo culto, a la nueva forma de glorificación y exaltación de Dios. La respuesta de Jesús es desconcertante. Jesús anuncia un cambio radical: ha terminado la época de los templos, el culto a Dios no tendrá lugar privilegiado. El verdadero culto a Dios suprimirá el culto samaritano y el judío, para sustituirlos por un culto nuevo. Como hemos dicho la idea de culto que se tiene está condicionada - e intenta responder- a la idea que se tiene de Dios. Después de haber cuestionado la religiosidad samaritana espúrea e idolátrica refiriéndose al verdadero Dios (vv. 16-22), Jesús se refiere a Dios con dos términos: "Padre" y "Espíritu".
La denomicación de Dios como "Padre" suprime las discriminaciones, dejando en la sombra el origen étnico y los condicionamientos de cualquier tipo. Pero además, "Dios es Espíritu" (Jn 4,24), es decir, Dios es dinamismo de amor (Espíritu), que se ha expresado en la creación del hombre y sigue actuando hasta llevarla a su término, comunicándole su propia vida. Y la adoración-exaltación correspondiente es fruto del Espíritu y la Verdad (=el Espíritu que expresa el amor en términos de fuerza, vida y acción y la Palabra de Jesús). El culto, "en Espíritu y en Verdad", es por tanto, la práctica del amor, que no necesita templos.
Esto hace comprender los efectos del agua viva que Jesús da a beber y que apaga la sed del hombre. Este agua es la experiencia constante del amor del Padre, a través de la Palabra de Jesús interiorizada y dinamizada por el Espíritu. La experiencia del amor produce, en cada hombre, la capacidad de amar generosamente como se siente amado (4,14: se convertirá en él en fuente de agua). Así el nuevo culto es fundamentalmente existencial, no ligado a ningún templo. El homenaje al Padre ya no consistirá en un culto ritual, al estilo de Israel. No hay dos esferas, la de Dios y la de la vida. La existencia misma, dedicada al bien de los demás, es el culto al Padre que vive con el hombre, prolongando en él su actividad en el mundo. El nuevo culto es la práctica del amor fiel que brota del corazón del hombre iluminado por la Palabra de Jesús (en "Verdad") y vivificado por la fuerza amor del Espíritu (en "Espíritu). Este es el único culto que el Padre busca y, por tanto, acepta: la prolongación del dinamismo de amor que es él mismo y que él comunica.
La experiencia cristiana exige, por tanto, un culto a Dios en la vida y en la historia. Allí, en la historia y en la vida, el creyente responde y exalta a Dios, allí le adora y rinde culto. "Si se quisiera resumir el ritmo de desarrollo de la religiosidad cristiana y, por consiguiente, la exacta ubicación de la celebración dentro de ella, se podría decir que, sobre la base de una experiencia histórica de gracia recibida en la fe, la religiosidad cristiana revive esta experiencia en la celebración, de la cual extrae los criterios orientativos para una correcta gestación de la historia: desde la experiencia a la celebración y desde la celebración a la obediencia" (E. RUFFINI, Idem, p. 171).
La mujer de Sicar pronuncia unas palabras que revelan la espera mesiánica de su pueblo (v. 25) y se alcanza así el culmen de la autorevelación de Jesús como Mesías: "Yo soy, el que te está hablando" (v. 26). El tiempo mesiánico y la hora de la adoración del Padre en el Espíritu y en la Verdad, han iniciado para la Samaritana y para su pueblo.
2.3 Transición (vv. 27-30)
Las dos preguntas del v. 27: "¿Qué buscas? ¿Qué hablas con ella?" demuestran la ignorancia de los discípulos frente a la misión de Jesús, que la define así: "No busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado" (5,30). Por otra parte, quedan asombrados que el Maestro hable con una mujer en público (cf. Eclo. 9,1-9 y Pirqê Abot: "Cuando se habla demasiado con una mujer, se sufren muchas desgracias, se abandona la palabra de la Torah y se termina en el fuego de la Gehena".
La Samaritana deja su cántaro, símbolo de la antigua ley (cf. Jn 2,6-8) y lazo de unión con el pozo, en donde antes buscaba el agua.
2.4 DIALOGO: Jesús con los discípulos (vv. 31-38)
El alimento de Jesús (vv. 31-34):
Encontramos de nuevo aquí, con alguna ligera variante, el procedimiento literario citado al inicio: la revelación de Jesús alternando con la incomprensión de los hombres. Es el esquema de la revelación en dos tiempos: primera revelación (misteriosa) - incomprensión - segunda revelación. Ante la insistencia de los discípulos: "Rabbí, come", Jesús responde de una manera enigmática: "Yo tengo para comer un alimento que vosotros no sabéis".
En la tradición sapiencial, el pan, como el agua y el vino, es un símbolo del don de la sabiduría y de la ley. La sabiduría invita a su banquete: "Venid y comed mi pan, bebed del vino que he preparado" (Prov 9,5). La sabiduría de la Ley "alimenta con pan de inteligencia" (Eclo. 15,3). Pero la sabiduría judía no era simplemente una doctrina sino que estaba orientada totalmente hacia la acción y debía ayudar a conducirse por la vida y a transformar la vida. Por eso se entiende que Jesús utilice aquí la metáfora del alimento para referirse al cumplimiento de su misión. "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra" (4,34). En la frase de Jesús "la voluntad del que me ha enviado" sustituye a la sabiduría. Si la sabiduría guía e ilumina la existencia, Jesús encuentra en "la voluntad del que le ha enviado" esa misma sabiduría, que "le alimenta con pan de inteligencia" (cf. Eclo. 15,3).
Jesús ha bajado del cielo para hacer la voluntad del que le ha enviado (6,38). El busca su voluntad (cf. 5,30) como un alimento del que no puede prescindir, como un objeto intensamente deseado. El verbo "buscar" (griego: zêteô), y la metáfora del alimento revelan el aspecto fundamental de la vida de Jesús, la raíz profunda que anima toda su actividad. La metáfora "comer" significa, por tanto, para Jesús,su identificación con el Padre como fuente de vida; para el discípulo será su aceptación de Jesús y su adhesión a él como dador de vida. "Lo mismo que el Padre que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma, vivirá por mí" (6,58).
No es casual la forma en que el evangelista ha redactado el v.27. Al volver los discípulos y encontrarlo hablando con la mujer le preguntaban: "¿Que buscas? ó ¿de qué hablas?". Hay una cierta ironía en el texto. Los discípulos, en realidad, no habían comprendido todavía que era lo que Jesús buscaba verdaderamente. Con este frase de transición del. v.27, Juan une hábilmente el diálogo con la Samaritana con el diálogo entre Jesús y los discípulos. El significado profundo del primer episodio esta contenido en el segundo; conversando con la mujer de Sicar, a pesar de los prejuicios, Jesús cumplía la voluntad del Padre, buscaba cumplir su obra.
Jesús habla, a menudo, de "las obras" que realiza. Cuando el término, como aquí, está usado en singular (su obra), indica el conjunto de la actividad de Jesús, la obra de revelación y de salvación: esta obra es la del Padre; revela, por tanto, la unidad de Jesús con su Padre (cf. 10,38; 17,4). Si el Padre es el Dios que ama al mundo, este amor-vida se revela en "la obra" que Jesús realiza y que tendrá su culminación en la cruz-glorificación.
El v.34 del cap. 4 de Jn es uno de los textos claves del cuarto evangelio sobre la total obediencia de Jesús frente a aquel que le ha enviado. Sus pensamientos, palabras y acciones son las de Dios. Su proyecto es el de Dios. La actividad de Dios respecto al hombre es darle vida y suprimir toda clase de muerte. Esa misma será la actividad de Jesús. Las palabras que transmite son las del Padre (3,34; 7,16; 8,26.38.40; 14,10.24; 17,8.14); no realiza sino las obras del Padre (5,17.19-20; 30.36; 8,28; 10,25.37; 14,10; 17,4); no hace su propia voluntad, sino la voluntad del que lo ha enviado (4,34; 5,30; 6,38). Esto tiene consecuencias importantes para la cristología. No conocemos a Jesús a partir de una idea preconcebida de Dios, sino al contrario. Conocemos a Dios en aquel que ha buscado siempre hacer su voluntad y realizar su obra. No existe un Dios que se constituya en instancia superior a Jesús y a quien se pueda apelar contra él. El es la presencia del Padre en la tierra: no hay más Dios que el manifestado por él.
Cirilo de Alejandría afirmaba:"El HIjo es la voluntad viviente y sustancial del Padre" . Y Teresa de Jesús comenta: "¡Oh, válgame Dios, qué gran amor del Hijo, y qué gran amor del Padre! Aun no me espanto tanto del buen Jesús, porque como había ya dicho fiat voluntas tua, habíalo de cumplir como quien es. ¡Sí, que no es como nosotros! Pues como sabe la cumple (la voluntad del Padre) con amarnos como a Sí, así andaba a buscar cómo cumplir con mayor cumplimiento, aunque fuese a su costa, este mandamiento".
La cosecha mesiánica (vv. 35-38)
Frente a una frase de los discípulos, Jesus hace un comentario a partir de una fórmula bíblica. "Levantad los ojos y mirad", en el AT, era una invitación a contemplar la grandeza de Dios (Is 40,26), el don de Dios a Abraham (Gn 13,14) y, sobre todo, una invitación a contemplar la reunión de todas las naciones (cf. Is 49,18; 60,4; Bar 5,5-6). Es claro. De golpe Jesús se coloca en un plano espiritual.
Los campos blanqueando para la siega son, para Jesús, los samaritanos que están acercándose a él desde la ciudad hasta el pozo y que pronto creerán en él (v.41). Estos representan para Jesús las primicias de la siega mesiánica. Con ellos comienza a realizarse la reunión de todas las naciones anunciada por los profetas. La siega, en la Biblia, tiene varios significados: puede simbolizar el juicio de Dios (Ap 14,15ss); el gozo de la salvación (Is 9,2; Am 9,13; Sal 126,5); el regreso de los dispersos (Is 27,12-13) y en el NT los frutos de la misión (Mt 9,37: "La mies es mucha y los obreros pocos"). Esta última interpretación es la de nuestro texto joánico.
Jesús se refiere al gozo del segador, a su salario, al fruto que recoge para la vida eterna (4,36). Como es común en Jn las realidades escatológicas se anticipan en la misión terrena de Jesús. Y agrega: "el sembrador se alegra igual que el segador" (v. 36). Y aclara que "uno es el sembrador y otro es el segador" (v. 37). Por tanto, sembrador y segador no son las mismas personas. ¿Quiénes son? El sembrador es el mismo Jesús, cuya palabra -según el NT- es como una semilla (cf. Lc 8,11). De hecho, el diálogo que había tenido con la Samaritana estaba ya produciendo sus primeros frutos. La imagen del segador no puede referirse sino a los discípulos. Aunque Jesús no les haya enviado todavía en misión, ya ve prolongarse su propia predicación en la de ellos (cf. v. 38). Jesús, desde este momento, ve ya con gozo los frutos de la misión cristiana.
"Yo los he enviado a segar donde ustedes no se han fatigado" (v. 38). El cuarto evangelio no contempla ninguna misión de los discípulos durante la vida terrena de Jesús: el envío en misión propiamente tendrá lugar el día de Pascua (20,21). Para entender las palabras de 4,38 es necesario, por tanto, colocarse, con el evangelista, desde el punto de vista de la predicación cristiana a los inicios de la Iglesia: los misioneros deben recordar siempre que han sido enviados por Cristo. Segarán, "donde no se han fatigado". El verbo "fatigarse" (griego kopiaô) describe en el NT el trabajo apostólico, sobre todo en la teología paulina (cf. 1Cor 15,10; 16,16; Gal 4,11; Fil 2,16; Col 1,29; 1Tim 5,17). Juan lo usa en el v.38 para los discípulos. Y al inicio de esta escena lo había usado para Jesús: "Jesús, como se había fatigado del camino, estaba sentado junto al pozo" (4,6). La actividad toda de Jesús, que le conducía "al amor hasta el extremo" en la cruz, debía producir sus frutos en la misión de los discípulos. Incluso su muerte fue una semilla (12,24.32-33) y los discípulos fueron testigos del gozo de la siega.
"Otros se fatigaron y vosotros os aprovecháis de su fatiga" (v.38 al final). ¿Quiénes son estos "otros"? No parece lógico pensar a personajes del AT anteriores a Jesús. Jesús ha sido el primero de estos "otros" que se han fatigado para predicar el evangelio. Del tiempo de Jesús el texto ha pasado al tiempo de la Iglesia. Los discípulos reciben de Jesús el don de la realidad mesiánica, iniciada primero por el Maestro y después de él por todos los anunciadores del evangelio. A los discípulos les toca recoger lo que Jesús ha abundantemente sembrado con su revelación y ha fecundado luego con su propia muerte-glorificación (12,24.32-33; 19,30).
2.5 Conclusión (vv. 39-42)
En la conclusión (vv. 39-42) los diversos temas anteriores se recogen.
a) Los samaritanos llegan a creer por las palabras de Jesús (=el agua viva/don de Dios ofrecida a la samaritana) que sustituyen a la Ley de Moisés, y se vuelven la norma de la nueva vida y del nuevo culto (en Espíritu/en la Verdad).
b) Los samaritanos, con su adhesión a Jesús, inauguran la perspectiva universal de la obra mesiánica de Jesús y la misión de la Iglesia. La boda de la nueva alianza rompe las fronteras de Israel. La esposa infiel es encontrada por el Mesías (cf. 2,1-12). El es el nuevo santuario del que mana el agua del Espíritu. Los antiguos intermediarios, representados por Jacob, que había dado el pozo quedan superados.
c) Todo el texto que hemos estudiado es un llamado a la fe auténtica con el uso de los diversos títulos que se le van aplicando, poco a poco, a Jesús:
*Un judío (v.9)
*¿más grande que nuestro padre Jacob? (v. 12)
*Un profeta (v. 19)
*El Mesías (v. 29)
*El Salvador del mundo (v. 42)
d) Los samaritanos, heterodoxos, han comprendido el mensaje de Jesús, mientras los judíos ortodoxos, como Nicodemo, no han sido capaces de captarlo. La fe aparece como el resultado del contacto personal con Jesús; sólo el lleva a la confesión plena. Lo proclaman como "Salvador del mundo". No es un Mesías nacional. Su misión es universal. Para él no hay diferencias. La nueva era sin templos anula los reductos del nacionalismo religioso. El nuevo manantial, que sustituye al antiguo, hace indiferente la ascendencia israelita (Jacob). El nuevo Padre, Dios, que sustituye a los antepasados, es común a la humanidad entera. El Salvador del mundo está en paralelo con 1,29: el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y con la universalidad del amor Dios hacia el mundo (3,16ss). Es un título cristológico-soteriológico post-pascual de la Iglesia joánica pero constituye como la síntesis de los otros títulos que el cuarto evangelio da a Jesús (ej.: "enviado de Dios", "Hijo del Padre", "Mesías" e "Hijo de Dios"). "Salvador del mundo" es como la síntesis: aquel que ha venido como "luz del mundo" (8,12; 12,46), como revelador y Mesías, es el Hijo Unico que Dios ha enviado para salvar al mundo y hacer que todo hombre posea la vida eterna (3,16-18). En la primera carta se retoman estos títulos invitando a los cristianos a profesar la verdadera fe en Jesús: "Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo, como Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios" (1Jn 4,14-15).