"Al
llegar el día de Pentecostés estaban todos reunidos en un mismo
lugar... Se les aparecieron unas lenguas como de
fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de
ellos; quedaron todos llenos del Espíritu
Santo" (Hechos 2,3-4)
El
Espíritu es la misma vida de Dios. En la Biblia es sinónimo de
vitalidad, de dinamismo y novedad. El Espíritu animó la misión
de Jesús y se encuentra también a la raíz de la misión de la
Iglesia. El evento de Pentecostés nos remonta al corazón mismo
de la experiencia cristiana y eclesial: una experiencia de vida
nueva con dimensiones universales.